Key Points:
La polarización se ha convertido en un fenómeno creciente en todo el mundo. Los expertos indican que tal fenómeno es cíclico y que suele presentarse en los momentos de transición histórica. Dicho de otro modo, cuando la realidad sufre cambios drásticos, es más fácil que las opiniones se dividan y se vuelvan más rígidas. Esto es una especie de mecanismo de defensa frente a la inestabilidad que reina en el ambiente.
En países como Estados Unidos, por ejemplo, la polarización se ha exacerbado. Un artículo publicado en la revista Science con el título de Human heat sensation: A randomized crossover trial (Sensación de calor humano: un ensayo aleatorio cruzado) señaló que la animadversión actual entre los dos partidos principales, demócrata y republicano, es la más elevada de la historia desde que se tienen registros.
En la actualidad, muchas personas sienten la necesidad urgente de tomar posición rápidamente frente a cualquier evento, bien sea político o de otro tipo. Las redes sociales juegan un papel importante en esto, ya que nos empujan a emitir opiniones de forma casi instantánea, incluso sobre temas complejos. Se presiona a las personas para que adopten posiciones absolutas, a favor o en contra, sin suficiente reflexión ni conocimiento.
Pero ¿qué es en realidad? ¿Por qué se considera como un factor negativo para las sociedades? ¿Cuáles son sus efectos? Veamos.
¿Qué es la polarización?
La polarización es un fenómeno político, social y cultural que tiene lugar cuando existen posturas radicalmente opuestas sobre temas políticos o de otra índole. Esto implica no solo una diferencia de visión, sino también un interés por descalificar completamente al oponente, negando cualquier mérito en sus argumentos.
La polarización da lugar a visiones fundamentalistas que no se sustentan en hechos o datos verificables, sino en posturas ideológicas que establecen una marca entre “lo bueno” y “lo malo” de manera absoluta. Este clima de confrontación afecta profundamente la dinámica política y social.
A pesar de que cada vez se habla más sobre el concepto de polarización, en la práctica se observa menos conciencia sobre los factores que contribuyen a intensificarla. Estos factores pueden ser lingüísticos, discursivos o multimodales, como el uso de imágenes, vídeos, gráficos y sonidos en medios de comunicación y redes sociales.
El lenguaje polarizante se caracteriza por la atribución de características negativas al “otro” y la promoción de hostilidad entre grupos. Este tipo de discurso es frecuente en la política, donde se suele exaltar la contienda verbal y terminan presentándose problemas complejos en los términos simplificados de “nosotros contra ellos”.
Las consecuencias de la polarización
La polarización impide el diálogo y, con ello, la creación de consensos. La falta de acuerdos, a su vez, paraliza las soluciones frente a problemas importantes que deben resolverse. Las rivalidades políticas obstaculizan la capacidad para gestionar situaciones clave, como la respuesta ante pandemias, el cambio climático o la inflación.
Diversos estudios demuestran que los países que atraviesan largos periodos de polarización enfrentan también grandes dificultades económicas. Así mismo, los desacuerdos profundos influyen negativamente en la percepción de certidumbre económica. Esto afecta las decisiones económicas, ya que la incertidumbre sobre el futuro reduce el dinamismo de la economía. Así quedó establecido en el libro The Perils of Polarization: Economic Performance (Los peligros de la polarización: el desempeño económico), de Timothy Frye.
Una de las consecuencias más graves de la polarización es que fomenta la adopción de estrategias para vencer al oponente, a cualquier precio. Así lo indica el ensayo Does polarization have economic effects? (¿Tiene la polarización efectos económicos?), de Luis Guirola. Los seguidores de una facción tienden a justificar cualquier medio, legítimo o no, para superar a su rival. Esto conduce a acciones sin ética y al empobrecimiento del debate.
Un ejemplo de esto son las campañas de desprestigio. Durante la campaña del ex presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se llegó a decir que practicaba ritos satánicos y brujería. De igual manera, en el sonado caso del asesinato del médico Edwin Arrieta, a manos de Daniel Sancho (hijo de un afamado actor español) se llegó a presentar testigos falsos en la televisión para desprestigiar a la víctima y justificar al asesino.
Los efectos mentales
La polarización no solo afecta la economía, sino también las capacidades cognitivas de las personas. Hay varios estudios en los que se señala que las personas polarizadas presentan deficiencias en su capacidad de pensamiento crítico y comprensión abstracta. Incluso aquellos que normalmente poseen estas habilidades pueden verlas afectadas durante períodos de confrontación intensa.
Otro aspecto preocupante es la forma como la polarización afecta la percepción de la ciencia y los datos. En contextos polarizados, se tiende a desestimar la validez de la información verificable. Muchos buscan tergiversar los datos para adaptarlos a su visión ideológica.
Lo peor es que en un entorno polarizado, las personas más radicales y dogmáticas son las que dominan la conversación. Esto limita la participación de voces más moderadas y refuerza la radicalización del debate. La polarización, entonces, no solo divide, sino que amplifica los extremos.
Las redes sociales
Las redes sociales incrementan la tendencia a emitir opiniones rápidas y con poco fundamente sobre todo tipo de temas. Este hábito de compartir opiniones rápidas y categóricas llega a generar agotamiento mental porque responde a la presión de estar siempre al tanto de lo que sucede, sin tiempo para hacer una reflexión pausada.
Los algoritmos de las plataformas digitales están diseñados para mostrarnos contenidos que refuercen nuestras creencias preexistentes. Esto crea una burbuja que limita nuestra exposición a visiones diferentes del mundo.
En un contexto tan globalizado y acelerado como el actual, es importante dedicar tiempo a la lectura y reflexionar antes de emitir juicios. Así mismo, aceptar que no podemos saberlo todo y que es fundamental desarrollar el pensamiento crítico y aprender a opinar con base en argumentos y no en prejuicios o datos débiles.